Parece que en los tiempos viejos, la gente no tenía fuego. Eso era una macana, porque entonces tenían que comer todo crudo y, claro, no toda la comida cruda es buena: el pescado no tenía gusto a nada, la carne no era jugosa, y otras cosas eran durísimas sin cocinar.
Para colmo, la gente estaba encerrada en una gran isla, rodeada de agua. Y esa agua estaba gobernada por un enorme Viborón malo que no dejaba que nadie entrara en la isla.
Como la estaban pasando tan mal, un jefe dijo que había que ir a buscar al Carancho, que era el único que podía ayudarlos. Así que salió de la isla y caminó y caminó hasta que lo encontró.
Escúchame, Carancho- le dijo-. Tenes que ayudar. La gente está encerrada en una isla (sólo yo puedo salir) y no tiene fuego.
-Bueno, mañana voy- le contestó el Carancho, que no era un tipo que negara ayuda, pero tampoco era un atropellado que hacía las cosas a lo loco, le gustaba tomarse su tiempo. [...]
Cuando llegó, el Agua le habló:
-¡Un momento!¿Adónde va?¡Por acá no se pasa!-le dijo de mal modo.
-Soy el Carancho y voy a pasar. Esa gente necesita fuego.
-Mi jefe, el Viborón, no deja pasar a nadie con fuego - contestó el Agua.
-No tengo fuego -dijo el Carancho- y voy a pasar.
-Bueno, pero si le das fuego a la gente, te vamos a matar, mi jefe y yo -contestó el Agua, que se quedó tranquila porque veía que el Carancho no traía ninguna brasa ni rama encendida. Como en ese entonces no había fósforos ni encendedores, pensaba: "¿Cómo va a hacer el Carancho? No va a poder".
El Carancho pasó y se encontró con la gente: -¿Qué pasa? -preguntó.
-Tenemos que comer todo crudo, no nos gusta, queremos fuego -le contestaron.
-Bueno, a ver, tráiganme dos palitos -dijo.
Se los trajeron y se puso a trabajar. Colocó uno acostado en el suelo y le hizo un agujerito en el medio, después puso la punta del otro en ese huequito y lo hizo dar vueltas muy rápido con las manos, hasta que se calentó tanto que empezó a salir humito. Entonces agarró pasto seco y lo encendió y después trajo ramas y armó un gran fuego.
La gente decía: -¡Ah! ¡Oh! -nunca habían visto un aparato de esos para hacer fuego, porque el Carancho lo acababa de inventar.
-Ya pueden cocinar y ahora ya saben cómo hacer fuego -dijo él- Ahora tengo que arreglar un asunto.
Metió la punta de una lanza en el fuego y cuando se calentó bien fue corriendo y la puso en el Agua mala que rodeaba la isla.
-¡Pfff! -hizo el agua y salió un montón de vapor. El Carancho volvió a calentar la lanza y la metió de nuevo en el agua. Salió más vapor.Tanto ¿f hizo esto que el Agua se evaporó toda, el Viborón se murió y la gente quedó libre.
Recopilado por Alfredo METRAUX
y recreado por Miguel Ángel PALERMO, obra citada
Extraído de:
Mensajes del Gran Chaco
Literatura oral indígena
Mercedes Silva
http://chacoindigena.net/Materiales_files/Mensajes%20del%20Gran%20Chaco.pdf

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